Wednesday, February 15, 2006

El Sabor de la menta


¡Dios! Qué precipicio me persigue.


Qué temerario destino me alimenta

Como un pájaro perdido que huye

Y se antoja de tu cintura estrecha.



Miedo tengo de perderme en tus ojos

Y no encontrar nunca el camino de vuelta

Vagar entre los surcos de los rastrojos

Y no saber que a ti mi alma espera.



Tan cerca y altiva te descubro

Tan delgada reina y a la vez pieza

De este ajedrez que me cansa

Y a prueba pone mi destreza.



Si he de hablarte sólo en los versos

Si he de romper mis torpes labios

contra los bosques de malezas

Si no puedo probar de tu boca

El sabor helado de las tristezas



Qué me queda de este mundo extraño

Qué de mis palabras, qué de mis quejas

Si sólo quererte puedo

Escondido entre mis letras.



Secreto en un fango acuoso

Que me traga hacia otra tierra

Oscura, donde se esconden ríos

Y sobre la que azotan las tormentas



Bebo los cienos que sólo quedan

De los arroyos de las cordilleras

Y quiero beber el veneno

Que riega, de este amor, la tierra.



Y pasarán años y tal vez siglos

Y sólo quedaran palabras impresas

Que escondían a un hombre ciego

Armado de mil estratagemas



Por decir cantando lo que no puede

Por sentir callado lo que nadie espera

Por desplomarse cansado ante una virgen

Como el sonido de un latido que se aleja



Guardo en mi pecho mil corazones

En mis pies heridos, los caminos de brea

Y en mi canto humilde un nombre solo

De mujer verde y de flor perfecta



De precario sonar de cien campanas

De silabas alegres de madreselva

De sabor intimo de los naranjos

De la barca rota que sola navega



Esperando que un día un viento

Se deshaga de esta extraña inteligencia

Y gire tus vivas jarcias

Hacia el rumbo que mi nave lleva



Y desplomemos el mudo mundo

Y arañemos con nuestras manos la tierra

Y comamos a bocados secos

Lo que nos deje esta vida estrecha



Por fin hundir los nudos de mis ojos

En el verde mar de tu iris sedienta

Y descubrir felices que la mirada

Fue un beso que nos ofreció la menta



Y que tu piel se hizo para la mía

Y que mi voz, para recorrer tu alma entera

Y que el delirio de mis manos artesanas

Para modelar en la húmeda arcilla

El perfecto contorno de tus caderas.



Stglno.

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