Sunday, January 29, 2006

Lobo

En esta débil laguna donde a veces se alza un hombre.

En este pardo secreto donde la llama ya no me sostiene.

En este precario incendio donde mi muerte sola y quieta esperándote se entretiene.

Yo me calmo en el filo de mi navaja.

Y me siento a adivinar entre las sombras, el camino que trazarán tus pies henchidos de borrasca.

Y me acuno los sentimientos.

Y despacho a los miedos solos de sus vainas.

Y abro en canal al animal salvaje de tus recuerdos.

Tus valiosos y caros recuerdos,

como de oro, como de plata.

Me traes de mañana, el perfume de un lirio erecto de mármol,

frío, extraño y consecuente.

Me lo incrustas en lo más profundo de este iris inquietante.

Este que busca tu eterno olor de hembra juiciosa.

Y te paladeo sin tenerte, sin apenas tragarte.

Y te canto, ¡oh! amada, si pudieses ver como entonan tu nombre las venas de mi garganta.

Cómo me abato azaroso de mi propio y solitario vuelo.

Insondable misericordia que me aborta en cada diástole.

Que me hiere y me averigüa, que me cansa y me acomete.

Hoy canto mientras te espero.

Y te espero mirando fijo y exhausto el camino que te trae y lleva.

Y me quemo las manos las mañanas de los domingos.

Y me anego la boca extraña en una partida inesperada.

Y lloro.

Por besarte, por morderte, por articularte.

Por posarme en tu frente y tu cerebro.

Por ser el más gentil en los pesebres de tus ojos.

Por arañarte esos esqueletos de tu pecho.

Por lamer tu alma, mientras lato y subsisto en tus días de fiebre.

Clavando hechizos de lobo bajo tus faldas.

Examino las piedras que a tu paso lava la nieve.

Quiero reconocer en mi beso tu axila,

Tu garganta, tu sexo, tu alma toda

y la suprema altivez de todos los fluidos

que inundan los rincones más profundos,

más deseados, más angostos,

de las cavidades de tu vientre.

Quiero ese labio que acaricia,

posarlo despacio, como una pluma de papel fingido.

Levantar de ti escalofríos.

Quiero recorrerte, volcar tu figura sobre el suelo de mi cuarto.

Desordenarte los huesos y aprenderte.

Jugar a que te reinicio, a que yo solo te armo.

A que te apago y te enciendo.

Perderme en tu laberinto blanco de país secreto.

Y por fin, armarte sobre mis alfombras de precario vuelo

Única y densa para mi inquieto alboroto.

Así henchirme la mirada, sentarme apenas a dos metros de tu figura.

Y observarte.

¡Si, miradla en todo el esplendor de mujer cómo se sostiene!.

Se sacude la noche de su falda y me sonríe.

Y me sospechas feliz como a un niño.

Después y antes de cumplir con el novedoso juego.

Te levantas y te colocas bien tu ropa.

Y ahora yo, caprichoso, quiero ser tu camisa, y tu falda, y tu fina media.

Quiero ser tu ropa y el sostén de afanoso empeño.

Quiero olerte desde adentro, quiero sacar sin que lo notes,

sólo un pequeño punto de mi lengua.

Quiero guardar tu sabor salino de entretela húmeda.

Quiero morderte la carne más secreta sin que me sientas.

Yo soy feliz como un niño en sus caprichos.

Caprichos de amante de tarde solitaria de domingo,

de lobo blanco de manada estrecha,

de león fiero de alcoba y romance tierno.

Pero... ¡Oh! creo que ya vienes por el fondo del paisaje...

Arden mis venas, tiemblan mis ojos.

Sangro en secreto en esta estancia que me esconde...

De tus ojos, de tu lengua; del fino aliento que me destroza el pecho.

Y te busco, y me busco en tus miradas inoportunas.

En tu sombra refresco mi boca y mi aliento.

Y quisiera recorrerte entera, como recorren los cometas

El perfil sereno de tu junco elástico.

Qué más quieres que te diga si con hacerlo me desangro.

Estallo como las rosas de la primavera, encerradas en un vaso.

Calmo entre estas letras, mis fatigas y tus ausencias.

Ese absurdo alborozo que roza las consonantes del dios que no nos quiere.

Confecciono abecedarios con mis raíces y tus miradas.

Con las alas de los ángeles y las ramas de los almendros.

Te visto y te desnudo, te canto y te beso en este juego secreto.

Ahora que me inmolo. Ahora que absurdo y escondido,

busco el secreto bajo tu blusa de agua y raíz de árbol.

Ahora, yo mismo me apago el fuego

Me limito las fronteras y los crepúsculos.

Armo los andamios de un amor imposible.

Ahora que ya volar se hace necesario, me detengo a pensarte,

me detengo y callo mi derecho a tu mirada.

No puedo sosegar más a este viento que te trae,

no puedo amordazar a esta pena que me contrae

toma puñados de estas finas hebras de dolor profundo.

Simplemente, no puedo más, no puedo ser más sin ti.


Alfonso Cost Ortiz

1 comment:

Caïd said...

¿Gracias? Cúan escasa es la palabra cuando la intención la supera. No sé qué decirte... y eso viniendo de mí es síntoma de pre-hiperestesia.

Alfonso